Para recibir afecto los niños procuran complacer a sus padres

Hay que tener cuidado al juzgar a los niños. Su nivel de autoestima, esa especie de “nota” de lo que creen valer como personas (y que deducen de los comentarios que hacemos), va a guiar sus pasos y a influir en sus actitudes a lo largo de su vida. Si en su infancia un niño escucha más reproches que elogios, si damos más importancia a sus fracasos que a sus éxitos, si le culpabilizamos o le comparamos negativamente con los demás, dañaremos gravemente su autoconfianza y será más vulnerable ante las dificultades.


Por suerte, para compensar esos mensajes negativos que a veces se nos escapan (y los que recibirá sin duda de otras personas) disponemos del elogio, una poderosa herramienta educativa para que el niño sepa quererse a sí mismo, se considere un ser valioso y pueda convertirse en una persona segura y autosuficiente. Para recibir afecto los niños procuran complacer a sus padres. Y así, a través de los elogios paternos (una sonrisa, un comentario...), sienten que son queridos y que se está orgulloso de ellos.

Textos: Silvia Díez. Asesoras: Rosario Rojas y Elisenda Vilasaló, psicólogas

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