Es habitual debatir sobre la idoneidad de darle al bebé un chupete para calmarlo, pues sobre él se dicen muchas cosas positivas, pero también muchas negativas.
Entre las positivas encontramos la posibilidad de calmar al bebé gracias a la succión y el hecho de que previene ante la muerte súbita, pues mientras tiene un chupete en la boca y pueda succionarlo es menos probable que suceda. Entre las negativas vemos la posibilidad de que haya una confusión entre el chupete y el pecho que pueda afectar a la lactancia, el hecho de que un niño haga menos tomas de leche materna por dormirse succionando un chupete y la dificultad, en ocasiones, de retirarlo en el futuro.
Ahora una reciente investigación viene a añadir más leña al fuego al asegurar que el uso del chupete en niños varones puede afectar a su capacidad de imitación de los gestos siendo negativo para su desarrollo emocional.
La OMS y la AAP (Academia Americana de Pediatría) abogan por una limitación en el uso del chupete para evitar deformaciones en las encías y dientes y para evitar otitis, ya que al parecer puede haber relación. Sin embargo nunca antes se había hablado de que un niño que utiliza mucho el chupete pudiera tener peor comunicación con el resto de personas.
Cómo se hizo el estudio
El estudio se ha realizado en la Universidad de Wisconsin-Madison, en EEUU, y viene a decir que los bebés necesitan imitar las expresiones faciales de los demás para aprender a comunicarse y para, de algún modo, sentir lo mismo que sienten los demás (o dar a entender que les entendemos). Por eso es fácil ver a bebés sonreír cuando los papás les sonríen y es posible verles llorar al ver que alguien llora.
Esta imitación que también hacemos los adultos, aunque de un modo menos consciente e intenso, es importante para los bebés porque están empezando a entrar en un mundo emocional, a comunicarse de un modo no verbal y lo hacen imitando gestos y expresiones faciales.
El problema para el niño es que, si lleva frecuentemente un chupete en la boca, su capacidad para imitar gestos se ve mermada, porque gran parte de la musculatura de su cara está preocupada por sostener y succionar el chupete. De ese modo, según comentan los investigadores, es más difícil aprender a comunicarse.
Digamos que, al principio, para hablar con ellos utilizamos palabras que ellos no entienden, siendo el mejor modo de comunicarnos el tono de voz y las expresiones de nuestra cara (que de hecho ya exageramos inconscientemente al hablar con los bebés). Ellos pretenden entonces imitarnos para comunicarse a su manera, pero con un chupete sus expresiones quedan limitadas.
Para hacer el estudio los investigadores buscaron a niños de seis y siete años que habían pasado mucho tiempo con chupetes y vieron que tenían más dificultad para imitar expresiones faciales que los que habían usado el chupete menos tiempo. También hicieron una encuesta a estudiantes universitarios observando que los que tenían más problemas para empatizar con los demás habían pasado más tiempo con el chupete y, como tercer experimento, también con universitarios, les hicieron una prueba para observar cómo tomaban decisiones ante problemas emocionales, viendo de nuevo que los que tenían puntuaciones más bajas utilizaron más tiempo el chupete.
Sin embargo a las niñas parece no afectarle el uso del chupete
Yo la verdad es que veo algunas lagunas en este estudio, siendo una de ellas que las niñas que más tiempo utilizan el chupete no muestran diferencias en términos de desarrollo emocional si se comparan con las niñas que menos lo utilizan.
Según los investigadores esto se podría explicar por el más rápido desarrollo de las niñas, que se comunican antes, hablan antes y adquieren herramientas emocionales antes que los niños, siendo posible que el chupete no sea suficiente hándicap para ellas.
Además, los padres podrían compensar los problemas del chupete, porque la mayoría de padres considera que una niña debe ser emocionalmente madura por el mero hecho de ser niña. Nadie espera que las niñas sean poco emocionales, así que la entrada al mundo de los emociones, en las niñas, se suele estimular por otros caminos que no tienen tanto que ver con la imitación de gestos.
Sin embargo, la carencia de emociones (“los niños no lloran”) en los niños parece estar más aceptada y nadie trata de compensar esa falta de mundo emocional en los niños que utilizan más tiempo el chupete.
Ahora bien, digo yo, ¿y si fuera al revés? Hay niños con más capacidad para empatizar y más capacidad para entender las emociones, gestionarlas y para comunicarse con los demás. Estos niños, por el hecho de ser más maduros y seguros de sí mismo dejarán muy probablemente el chupete de manera más o menos temprana.
Por contrapartida, hay niños más inseguros, con menos autoestima y más dependientes, que necesitan elementos externos para tranquilizarse y calmarse y que podrían tener más problemas para entender las emociones y expresarlas. Casi con total seguridad estos niños utilizarán el chupete durante más años.
Si cogemos a los primeros y a los segundos, cuando ya han crecido, nos daremos cuenta de que los que parecen más inseguros usaron chupete más tiempo que los que parecen emocionalmente más estables. Entonces, ¿qué es antes, el huevo o la gallina?
Más información | University of Wisconsin-Madison
Foto | Porcupinex, pfly en Flickr
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