ENSEÑAR A LOS NIÑOS A RECONOCER LA FELICIDAD

La psicoanalista Sylviane Giampino invita a los padres a preguntarse qué los hace a ellos felices, porque considera que transmitimos a los niños, ante todo, nuestra propia idea de la felicidad.

¿Qué dicen los niños cuando se les pregunta qué los hace felices?
Muchos identifican la felicidad con “estar contentos”. Y lo que los pone contentos es, en primer lugar, la satisfacción casi inmediata de un deseo: un regalo, mimos, cuentos… Sitúan la felicidad en lo que les dan los demás.
En otro registro, hablan de los amigos y de reír. Esto plantea otra pregunta: ¿ser feliz es lo mismo que estar alegre? Los amigos son divertidos, distraen, pero, si se utilizan como los adultos utilizan la televisión, a modo de distracción para olvidar las preocupaciones, los amigos “contentan”, pero seguramente no los hacen felices… De todos modos, los niños también hablan, a propósito de los amigos, del placer de estar con ellos, y eso sí está más cerca de la felicidad.

¿Un niño es feliz cuando se siente bien con los demás?
La felicidad es el resultado de la adecuación entre lo que se debe ser para uno mismo y lo que se es en la relación con los demás. Creo que un niño es feliz cuando no sacrifica lo que debe ser (en función de su edad, su sexo, su sensibilidad, sus gustos) en beneficio de lo que los padres, la escuela o la sociedad esperan de él. Pienso en todos esos mensajes de marketing y consumistas que empujan a los niños a ser y a comportarse “como los mayores”. Nos encontramos con niños de 6 años que se visten como adolescentes. Creo que cuando se compra a un niño de 6 años unos
vaqueros ultramodernos de marca “para que parezca mayor”, se le está privando de algo que tiene que ver con la felicidad. Es muy difícil ser feliz cuando te sientes obligado a comportarte como si fuera otro.

Da la impresión de que se colma a los niños de regalos, de cariño… ¿Lo tienen “todo para
ser felices”? Lo que me preocupa un poco son las “relaciones mercantiles” que los padres establecen con sus hijos, del tipo: “Te lo damos todo pero, a cambio, tú “nos debes” estar bien, ser feliz”.

A menudo, oigo de boca de los padres la frase: “¡Pero si no les falta de nada!” ¿Y ellos qué saben?
Que un niño viva colmado de objetos y de cariño no significa que no necesite nada más. Hoy muchos niños necesitarían unos padres que les contaran su vida, lo que hacen, lo que les interesa, lo que leen… Hablarse, mirarse, eso es lo que hace felices a los niños.

El mero hecho de comprar un regalo a un niño no basta para hacerlo feliz…
Cuando se le compra un juguete, el niño está contento. Pero si nos sentamos cinco minutos con él y con el juguete, entonces ese momento puede convertirse en un momento de felicidad. Es fundamental parar un instante para tomar conciencia de lo que se está sintiendo. Si se pierde ese momento, se pierde la felicidad que puede seguir a la compra.

Nos acercamos a una definición de la felicidad…
Es una primera idea. Está el aprendizaje del estado de la felicidad aquí y ahora, porque la felicidad es un estado, una sensación, una emoción, y es muy importante enseñar a los niños a reconocer esa emoción cuando se presenta.
Pero, si queremos que los niños pasen del “tener” al “ser”, debemos intentar transmitirles una idea de la felicidad que les sirva en el futuro, no sólo aquí y ahora. Creo que la noción de felicidad incluye la conciencia de la profundidad del tiempo. Para conquistar un poco de felicidad, hay que poder situarse en una perspectiva: tengo un pasado, una historia. Estoy aquí, ahora y, ante mí, se abre un futuro.

Lo que hace felices a los niños es tener padres “vivos”, que son ellos mismos en cada vaivén de la vida. Padres a los que les ocurren hechos felices y desgraciados, pero que los atraviesan y permanecen igualmente “vivos”. Por ejemplo, un divorcio es un hecho desgraciado, tanto para los
padres como para un niño, pero puede ser constructivo para el pequeño si se toma como un movimiento de vida; si ese divorcio, una vez pasada la tormenta, da paso a un arco iris.
Y lo que de verdad hace felices a los niños es que sus padres se relajen. Los días de fiesta, cuando los ven reír, incluso a carcajadas, o ponerse a bailar. Los sorprende y los alegra, a la vez.

Cuando un niño se ríe, está contento pero, cuando ve reírse a sus padres, es feliz.

Fuente: Rincón del Maestro www.rinconmaestro.tk

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