Solo el que vive con una cierta austeridad, sin esclavizarse por los deseos de poseer y atesorar, es capaz de disfrutar realmente las cosas y alcanzar una felicidad duradera.
La Familia es quizás el mejor ámbito para cultivar la sobriedad y la templanza. Educar en esos valores impulsa al hombre por encima de las apetencias materiales, le hace mas lucido, mas opto para entender otras realidades. En cambio, la destemplanza ata al hombre a su propia debilidad.
Por eso quienes educan a sus hijos en un torpe afán de satisfacerles todos sus deseos, les hacen un daño grande. Es una condescendencia que puede nacer del cariño, pero que también y quizás mas frecuentemente, nace del egoísmo., del deseo de ahorrarse el esfuerzo que supone educar bien. Como la dinámica del consumismo es de por si insaciable, lleva a las personas a modos de ser caprichosos y antojadizos, y les introduce en un espiral de búsqueda constante de comodidad. Se les evitan los sufrimientos normales de la vida, y se encuentran luego débiles y mal acostumbrados, con unas de las hipotecas vitales mas dolorosas que se pueden sufrir, pues siempre harán poco y les costara mucho.
Por eso me atrevería a decir que una educación excesivamente indulgente, que facilita la pereza y la destemplanza, es una de las formas mas tristes de arruinar la vida de una persona.
Fuente: por Alfonso Aguiló, Familia Cristiana - Argentina
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