El descanso de la familia es una cuestión que preocupa a las familias y muchas veces reciben mensajes contradictorios sobre lo que deben esperar y lo que es bueno para sus hijos. Pero hasta ahora no disponíamos de un trabajo exahustivo y científico que valorara todas las investigaciones y conclusiones de los profesionales. Ahora, gracias a María Berrozpe y Gemma Herranz podemos disponer de información veraz y actualizada sobre la ciencia y el sueño infantil y leerla directamente en su página: “El debate científico sobre la realidad del sueño infantil”.
Bebés y más entrevista hoy a una de las autoras de este excepcional trabajo de investigación, la bióloga María Berrozpe, que nos va a desvelar lo que se sabe hoy, realmente, sobre los patrones de sueño normales de los niños y sobre los supuestos trastornos que algunos métodos conductistas pretenden solucionar.
¿Cómo nació la idea de este proyecto de investigación?
El año pasado tuve la oportunidad de leer en varias ocasiones las declaraciones del Dr. Eduard Estivill afirmando que en el mundo científico nadie cuestionaba sus técnicas, que eso ocurría sólo en internet, el cual no era un medio serio donde el tuviera que entrar en polémica. Yo sabía que eso no era verdad.
¿El debate también está en el ámbito de la investigación científica?
Si. Yo sabía que el debate sobre el sueño infantil estaba también entre los profesionales, en el mundo de las publicaciones científicas y el de los congresos.
Aquello me motivó a escribir algunos post en mi propio blog sobre el tema, pero sentía que eso no era suficiente y tenía en mente hacer algo más completo.
De todas formas, no fue hasta que Mari Mar García, de El blog alternativo, me propuso un artículo en forma de revisión científica para su blog, que me lancé de cabeza en el proyecto. El problema fue que el proyecto creció muy por encima de lo esperado y en lugar de ser un artículo para un blog se convirtió en un blog en sí mismo.
¿Cómo fue la organización, buscar el material, analizarlo?, ¿puedes explicarnos ese proceso para los lectores?
Lo cierto es que una de mis mayores limitaciones era el acceso a bibliografía científica desde casa, ya que la gran mayoría de artículos no están abiertos al público en general, son de pago y a un precio que hacía imposible que desarrollara este proyecto sin alguien que colaborara desde un centro de investigación.
Entre eso y la certeza de que un trabajo de investigación de esta índole siempre es mucho más rico si hay dos cabezas trabajando en él, me animé a pedirle a otra mujer, madre bloguera e investigadora en activo, su colaboración; y así es como entro Gemma en el proyecto.
A partir de ahí nos pusimos a buscar. Yo empecé con los libros dirigidos a padres que añaden sus fuentes bibliográficas, como los de Carlos González, Rosa Jové, Sue Gerhard o Margot Sunderland. De su mano fui familiarizándome con los autores principales en este tema, las revistas más importantes y las palabras clave que me ayudarían a encontrar los artículos restantes, la mayoría más recientes que los libros citados, en las bases de datos de publicaciones científicas recopiladas en PubMed.gov.
Entre Gemma y yo ya teníamos recopilados más de 100 trabajos el día que inauguramos el blog. A día de hoy ya hemos llegado a acumular 200, aunque muchos todavía están pendientes de analizar y agregar. Constantemente estamos añadiendo actualizaciones y consultando la base de datos para encontrar nuevas aportaciones.
Vamos a entrar en materia. Según las investigaciones de los profesionales y médicos, ¿existe realmente un patrón de sueño normal o natural científicamente demostrado?
Está demostrado que el sueño es un proceso evolutivo que cambia durante la vida del individuo. Como dice Rosa Jové, no duerme igual un bebé que un niño, un adulto joven o un anciano. A partir de ahí ya parece peligroso establecer modelos demasiado rígidos ya que, como admiten todos los autores, la variabilidad es enorme no precisamente en la cantidad de horas que cada persona necesita dormir, sino especialmente en la manera en la que duerme, algo que depende enormemente de la cultura en la que está inmersa.
Hay culturas en las que se considera correcto dormir por la noche e incorrecto hacerlo durante el día, mientras en otras es perfectamente aceptable una siesta diurna. En unas los adultos duermen en pareja, en otras las madres con sus hijos, en otras duermen en grupos…
¿Y respecto al sueño de los niños?
En cuanto al sueño infantil, autores como Ednick o Blair nos hablan en sus publicaciones de la enorme variabilidad del sueño en la población infantil, por lo que cualquier recomendación sobre la duración óptima del sueño a cualquier edad debe de tener en cuenta las considerables variaciones individuales (Ednick et al, 2009), (Blair et al, 2012).
Recientemente ha aparecido un interesante y muy polémico artículo de Matriacciani (Matricciani et al, 2012) cuestionando la noción de sueño saludable y las recomendaciones basadas en esta noción en el último siglo. Este artículo ha suscitado muchísimos comentarios de otros autores. Y este no es más que un pequeño ejemplo del gran debate existente en la comunidad científica.
¿Se ha demostrado que convenga de alguna manera que duerman solos?
No. En principio absolutamente todos los autores que han hablado sobre el tema colecho/sueño en solitario en sus publicaciones admiten que el sueño en solitario es una imposición basada en factores meramente culturales, sin ninguna base biológica.
Hoy en día es bien sabido que el bebé durmiendo en solitario es una excepción histórica, como dicen el profesor McKenna o la psicóloga Rosa Jové, y que, como miembro del orden de los primates que somos, lo natural e instintivo para nuestros bebés es dormir acompañados de su cuidador, especialmente su madre.
Todo esto ha llevado a aquellos autores partidarios del sueño en solitario (donde podemos incluir al propio Ferber) a considerar beneficioso el colecho siempre y cuando si practique por convicción y como parte de la cultura de la familia, mientras que mantienen como nocivo lo que llaman el “colecho reactivo”, o sea, el que se practica en familias mayoritariamente de la cultura occidental industrializada como reacción a los “problemas del sueño” de sus hijos, o sea, que es una especie de colecho impuesto por las circunstancias.
Pero esta clasificación de los tipos de colecho también ha sido muy cuestionada por diversos autores que afirman que la única razón para que los niños que practican colecho reactivo tengan un sueño más problemático que los que no lo hacen, es que ya llevan detrás una historia de angustia y miedo a la hora de dormir, porque para llegar al punto de colechar incluso en contra de la voluntad real de sus padres, han tenido que pasar primero por una época de intentar el sueño en solitario que resultó muy estresante para todos, por lo que no reaccionan al colecho como se esperaría de un niño que duerme confiado y relajado (Mao et al, 2004).
¿Y sobre que deban dormir de un tirón y sean preocupantes los despertares?
En cuanto a los despertares nocturnos aquí tampoco hay discrepancias: todos los niños (y todos los adultos) sufren despertares cada noche. Esto es algo absolutamente saludable y normal.
Lo que algunos autores consideran nocivo no son los despertares en sí, sino el hecho de que el niño, al despertarse, necesite la intervención de su cuidador para dormirse. O sea, para estos autores, si el niño se despierta pero se “autoconsuela” y se duerme de nuevo simplemente con abrazar al muñeco Pepito, moverse rítmicamente, chuparse el dedo o coger su chupete, es sano y saludable. Si necesita abrazar a su madre o chupar el pecho de su madre es patológico.
Y lo mismo ¿hay alguna desventaja demostrable en sus despertares y en dormir acompañados?
Como ya hemos dicho, los despertares son normales y saludables. Lo nocivo es no dormir lo suficiente y actualmente existen dos corrientes mayoritarias que dan dos razones diferentes a que esto ocurra: por un lado, para los partidarios de la crianza respetuosa con la naturaleza de los bebés como McKenna, Jenni o Jove esto ocurre cuando, tras los despertares normales, no ayudamos al niño a volver a dormir ofreciéndole el entorno confortable y seguro que él espera al lado de su madre.
Por otro lado, para los que basan todas sus convicciones en lo establecido por la cultura occidental (Ferber, Estivill o Mindell) el problema de sueño se produce cuando el bebé no desarrolla la capacidad de autoconsolarse y volver a dormirse sin ayuda externa de una persona (pero sí pueden recibir la ayuda externa de un objeto).
Le agradecemos a la bióloga María Berrozpe esta entrevista sobre el estado de la investigación científica sobre el sueño infantil y os invitamos a leer mañana la segunda parte, en la que abordaremos en profundidad la cuestión de los métodos conductistas, la valoración de las investigaciones y el mensaje que, estudiada a fondo la cuestión desde el punto de vista científico, ella quiere transmitir a las familias.
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