Ahora bien, los niños tienen que aprender que todo tiene un límite, y que las peleas en casa también. Vivir entre gritos e insultos indiscriminados es insoportable para ellos y para los adultos con los que viven.
Aunque hay que tener en cuenta que en los niveles de agresividad de cada individuo influye un factor genético, cada niño nace con un temperamento determinado y particular, la actitud de los padres es fundamental para que la paz sea lo habitual en la convivencia. Existen dos posturas a tomar: una a largo plazo para prevenir las peleas y otra a corto cuando ya los niños están en plena contienda. Pero las dos tienen un punto en común: PACIENCIA, CALMA y TONO SOSEGADO por parte del adulto.
Hay que tener claro que las peleas nunca se van a acabar por prohibirlas taxativamente. Es más, los especialistas aseguran que cuanta menos paciencia tengan los padres y más autoritarios sean, más agresividad demostrarán los hijos.
En principio, hay que evitar la famosa frase ¿quién ha empezado?, los padres se convierten en jueces de sus hijos y esto no lleva a nada. Lo perfecto es esperar para intervenir y dar una oportunidad al entendimiento entre ellos. Si vemos que la cosa va a más habrá que interpretar el papel de moderador, dar opción a que los dos expliquen su punto de vista y, tras ESCUCHARLES pacientemente, hacerles entender que deben hablarlo cuando estén más calmados y llegar a un acuerdo. Que cada uno exprese lo que considera justo para solucionar el conflicto. Si vemos que esto es imposible podemos hacer desaparecer, si se puede, el motivo de la discusión. Por ejemplo, si se pelean porque uno quiere ver un programa y el otro un vídeo, se acaba la televisión para los dos. Pelearse de forma agresiva da como resultado perder ambas partes.
Los padres son los primeros que deben cuidar lo que dicen, no incentiva mucho expresiones como “nunca se podréis llevar bien” o “con ustedes no hay quien viva tranquilo”.
Tampoco parece muy lógico esperar que el PERDON por parte de los hermanos sea de forma inmediata, una cosa es que dejen de pegarse o insultarse y otra que se amen locamente cuando acaban de enfadarse. Por lo tanto, es mejor no forzar disculpas o besos que puedan provocar resentimientos.
Cuando uno se enfada necesita desahogarse, a los niños hay que enseñarles que también se puede hacer con palabras que no hagan daño. Por supuesto, lo mejor es con el ejemplo. Si un padre o una madre expresa su enfado con insultos, gritos o explosiones de violencia de cualquier tipo ¿qué espera que hagan sus hijos cuando se enfaden ellos?. Hay que controlarse e intentar racionalizar, es perfectamente lícito decir “ahora prefiero no hablar contigo, cuando me calme lo discutimos tranquilamente”. En momentos de calma hay que enseñarles a verbalizar las emociones y a no acumular rencores.
Es conveniente incentivar las relaciones sociales, invitar amigos a casa para que jueguen los dos hermanos y aprendan a compartir. Cuando los niños no se peleen, FELICITARLOS por ello. Dar valor a las conductas adecuadas las refuerza y será más fácil que se repitan.
Y por último:
- Hay que ser justo, el hermano mayor no es el que tiene que ceder siempre sólo por el hecho de serlo, ni debe sentirse responsable de su hermano.
- Aunque hay que demostrarles el mismo nivel de amor a los dos, y cuanto más se evidencie mejor, no son dos personas iguales ni van a reaccionar de la misma forma. No se puede exigirles lo mismo.
- La inactividad, el aburrimiento y sobre todo el exceso de televisión, propician las peleas.
- Incentivar a que los hermanos aprendan a resolver sus conflictos por sí solos y sólo intervenir en casos extremos.- Conversar con ellos, si es que los niños no llegan a solucionar el conflicto, hay que escucharlos para que puedan calmarse y reflexionar sobre lo sucedido, si es necesario hacer que estén separados por un momento para evitar que continúen peleando y puedan calmarse.
- No hacer comparaciones, como por ejemplo “entiende, el es más chiquito…”; esto sólo aumenta la rivalidad entre ellos y la rabia.
- Repito Felicitarlos cuando no peleen, elogiar a ambos cuando compartan o solucionen sus conflictos, esto hará que las conductas adecuadas se repitan.
- Enseñarles con el ejemplo, es obvio que si el niño observa peleas entre los padres, seguirá este modelo, pues creerá que es la única forma de resolver los problemas.
1 comentario:
me parecio excellente este estudio, es exactamente lo que andaba buscando, me ha dado todas las respuestas a las dudas q yo tenia, aparte son consejos claros y muy practicos. muchisimas gracias
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