VIOLENCIA ENTRE HERMANOS

Ocurre cuando los padres están emocionalmente ausentes

Un reciente estudio publicado en la revista Child Maltreatment halló que el 35% de los niños evaluados había sido golpeado o atacado por un hermano en el transcurso del año anterior. El estudio se basó en entrevistas a 2030 niños o a las personas que estaban encargadas de su cuidado. Aunque algunos de esos ataques puedan haber sido efímeros e inocuos, más de un tercio fueron realmente perturbadores y dejaron marcas: el 14% de los niños fue repetidamente atacado por un hermano; un 4,5% fue golpeado con suficiente intensidad como para dejar magullones, cortes, dientes rotos y ocasionalmente una fractura, y un 2% fue golpeado con piedras, juguetes, mangos de escobas, palas y hasta cuchillos.
Los niños de entre 2 y 9 años que fueron atacados repetidamente, según demostró el estudio, tenían el doble de probabilidades que otros niños de su edad de padecer graves síntomas de trauma, angustia y depresión, tales como insomnio, accesos de llanto, pensamientos suicidas y miedo a la oscuridad.
"Hay formas muy graves de victimización fraterna, y graves reacciones a ellas", dijo David Finkelhorn, sociólogo del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de Nuevo Hampshire, Estados Unidos, y uno de los principales autores del estudio, quien afirma que esa clase de violencia suele menospreciarse o minimizarse. "Si yo golpeara a mi esposa, nadie vacilaría en considerar esa conducta un acto criminal -dijo Finkelhor-. Pero cuando un niño hace lo mismo a su hermano, el mismo acto suele considerarse una simple pelea o un altercado."
La violencia entre hermanos registrada en el estudio de Finkelhor resultó ser más frecuente entre niños de 6 a 12 años, ligeramente más frecuente entre varones que entre mujeres, y disminuía gradualmente a medida que los niños ingresaban en la adolescencia.

De la rivalidad al maltrato Pocos expertos están de acuerdo en el grado de la violencia entre hermanos, y pocos coinciden en cuál es el punto en el que termina la rivalidad entre hermanos y empieza el abuso y el maltrato. Es un tema poco estudiado, sobre el que se han realizado solamente dos estudios nacionales, un puñado de trabajos académicos y, en el último cuarto de siglo, ha sido abordado apenas en un par de libros.

En 1980, el sociólogo Murray Straus de la Universidad de Nuevo Hampshire publicó "Behind Closed Doors", un pionero estudio nacional de la violencia familiar, en el que concluía que la relación entre hermanos era el vínculo humano más violento. Si se lo evaluaba estrictamente por cálculo de golpes, Straus estaba en lo cierto: su estudio reveló que el 74% de los niños estudiados había golpeado o empujado violentamente a un hermano en el curso de un año y el 42% había pateado, mordido o golpeado a un hermano o una hermana (cuando sólo un 3% de los padres habían agredido a un hijo con esa violencia y sólo un 3% de los esposos había atacado físicamente a su esposa).

John V. Caffaro, psicólogo clínico y terapeuta familiar de un suburbio de San Diego, Estados Unidos, define la violencia entre hermanos como un patrón reiterado de violencia e intimidación. En una entrevista, Caffaro, coautor del volumen "Sibling Abuse Trauma", dijo que el abuso era casi siempre determinado por una combinación de falta de compromiso parental, testosterona y demografía familiar. Según Caffaro, se da con mayor frecuencia en las familias numerosas compuestas por hijos varones próximos en edad y con menor frecuencia entre hermanas. "Un niño puede golpear a un hermano con fuerza, pero no consideramos que eso sea maltrato o abuso -explicó-.

Lo que buscamos es un patrón reiterado y, cuando eso ocurre, es porque los padres no suelen estar presentes.

El abuso se da más frecuentemente, agregó, cuando un progenitor está emocionalmente ausente como resultado de un divorcio, largas horas de trabajo, muchos viajes, alcoholismo, preocupación por sus propios problemas u otros factores.
Uno o ambos progenitores no están suficientemente cerca como para cumplir su función. Casi siempre es así, explicó Caffaro, y agregó que los padres periféricos son particularmente problemáticos. Las cosas son caóticas, los límites son confusos y la supervisión es mínima, dijo, y señaló que esas familias no siempre son caóticas cuando se las ve desde afuera. A veces el padre simplemente está mucho tiempo viajando por negocios, y la madre no es buena para poner límites.
En otros casos, agregó, los padres agravan el conflicto distinguiendo a los hijos favoritos, ignorando la obvia victimización, interviniendo tan sólo para acallar a los niños o para culpar a los hijos mayores sin entender que los menores en realidad los han provocado.
Aunque algunos niños no controlan sus impulsos, dijo Caffaro, la violencia sólo se convierte en abuso repetido cuando los padres no la controlan desde el principio.

Por Katy Butler De The New York Times

Traducción: Mirta Rosenberg Diferentes motivos de pelea

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